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jueves, 16 de julio de 2015

LA VIRGEN DEL CARMEN: ESTRELLA DE LOS MARES



La Virgen del Carmen: Estrella de los mares

Reportaje sobre el tema de la Virgen del Carmen, ilustrado por los comentarios homiléticos del padre Martí Ballester


Por: Por Jesús Martí Ballester | Fuente: Catholic.net 



El Carmelo, cuya hermosura ensalza la Biblia, ha sido siempre un monte sagrado. En el siglo IX antes de Cristo, Elías lo convirtió en el refugio de la fidelidad al Dios único y en el lugar de los encuentros entre el Señor y su pueblo (1R 18,39). En el Carmelo había de perpetuarse el espíritu y el recuerdo del Profeta «abrasado de celo por el Dios vivo». Del Carmelo recibirá San Juan de la Cruz la inspiración para hacer de su Subida, el Monte de la Perfección Evangélica, Monte repleto de paz y dulzura, de santidad. Durante las Cruzadas, los ermitaños cristianos se recogieron en las grutas de aquel monte emblemático, hasta que en el siglo XIII, formaron una familia religiosa, a la que el patriarca Alberto de Jerusalén dio una regla en 1209, confirmada por el Papa Honorio III en 1226. Situado en la llanura de Galilea, cerca de Nazaret, donde vivía María «conservándolo todo en su corazón» y donde asomó la nubecilla, presagio de la prohibida y deseada lluvia, siempre prometedora de frutos y flores olorosas. Por eso la Orden del Carmelo desde sus orígenes, se ha puesto bajo el patrocinio de la Madre de los contemplativos. Es natural que en el siglo XVI, los dos doctores y reformadores de la Orden, Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz, convirtieran el Monte Carmelo en el signo del camino hacia Dios. Con la liturgia pidamos al Señor que nos haga llegar, gracias a «la intercesión de la Virgen María» «hasta Cristo, monte de salvación».

Estrella de los mares

Desde aquellos eremitas que se establecieron en el monte Carmelo, los Carmelitas se han distinguido por su profunda devoción a la Santísima Virgen, interpretando la nube que vio el criado de Elías: "Sube del mar una nubecilla como la palma de la mano" (1Re 18,44), como un símbolo de la Virgen María. Como los antiguos marineros, que leían las estrellas para marcar su rumbo en el océano, María como estrella del mar, nos guía por las aguas difíciles del mundo, hacia el puerto seguro que es Cristo. Cuando Palestina fue invadida por los sarracenos, los Carmelitas tuvieron que abandonar el Monte Carmelo. Una tarde gozosa, mientras cantaban la Salve, se les apareció la Virgen y les prometió que sería su Estrella del Mar, por la analogía de la belleza del Monte Carmelo que se alza como una estrella junto al mar Mediterráneo, dando cumplimiento a la profecía de Zacarías: "Aquel día se unirán al Señor muchos pueblos y se harán pueblo mío" (Zacarías 7,14).

Difusión de la orden

La Orden se difundió por Europa, y la Estrella del Mar les acompañó en la propagación de la orden por el mundo, y el pueblo les llamaba "Hermanos de Nuestra Señora del Monte Carmelo". En su profesión religiosa se consagraban a Dios y a María, y tomaban el hábito en su honor, como un recordatorio de que sus vidas le pertenecían a ella, y por ella a Cristo.

Año 1246. Inglaterra. Simón Stock, nombrado general de la Orden Carmelitana, comprendió que, sin una intervención de la Virgen, la Orden se extinguiría pronto. En esta situación de angustia, recurrió a María, a la que llamó "Flor del Carmelo" y "Estrella del Mar" y puso la Orden bajo su amparo, y le suplicó su protección para toda la comunidad. En respuesta a su oración, el 16 de julio de 1251 se le apareció la Virgen y le dio el escapulario para la Orden con la siguiente promesa: "Este debe ser un signo y privilegio para ti y para todos los Carmelitas: quien muera con el escapulario no sufrirá el fuego eterno".

La ventana del Rajab

El libro de Josué, nos narra la conquista de Jericó por Josué y los israelitas: "Al entrar nosotros en el país, dijeron los espías a Rajab, la prostituta de Jericó, ata esta cinta roja a la ventana, y a tu padre y tu madre, a tus hermanos y toda tu familia, los reúnes aquí en tu casa y nosotros respondemos de vuestra vida. Esta ciudad se consagra al exterminio. Sólo han de quedar con vida la prostituta Rajab y todos los que están en su casa con ella... Los espías fueron y sacaron, a su padre y hermanos y Josué les perdonó la vida" (Jos 2,14).

Los hombres nos comunicamos por símbolos, banderas, himnos, escudos y uniformes, que nos identifican. Las comunidades religiosas llevan su hábito como signo de su consagración a Dios. Los laicos que desean asociarse a los religiosos en el camino de la santidad, pueden usar el escapulario, miniatura de hábito otorgado por la Virgen que, con el rosario y la medalla milagrosa, es uno de los más importantes sacramentales marianos. Como la cinta roja en la ventana de Rajab fue para los hebreos la señal para salvar del extermino a ella y a su familia, el escapulario del Carmen, es para los que lo llevan, su señal de predestinación. Dice San Alfonso Ligorio, doctor de la Iglesia: "Los hombres se enorgullecen de que otros usen su uniforme, y la Virgen está satisfecha cuando sus servidores usan su escapulario como prueba de que se han dedicado a su servicio, y son miembros de la familia de la Madre de Dios." El escapulario ha sido constituido por la Iglesia como sacramental y signo que nos ayuda a vivir santamente y a aumentar nuestra devoción, y que propicia la renuncia del pecado.

Escapulario acreditado

Muchos Papas, santos como San Alfonso Ligorio, San Juan Bosco, San Claudio de la Colombiere, y San Pedro Poveda, tenían una especial devoción a la Virgen del Carmen y llevaban el escapulario. Juan Pablo II, que quiso ser carmelita, ha manifestado que lleva el escapulario de la Virgen, como Terciario Carmelita que ha profesado. Los teólogos han explicado que según la promesa de la Virgen, quien tenga impuesto el escapulario y lo lleve, recibirá de María a la hora de la muerte, la gracia de la perseverancia final.

Para el cristiano, el escapulario es una señal de su compromiso de vivir la vida cristiana siguiendo el ejemplo de la Virgen Santísima y el signo del amor y la protección maternal de María, que envuelve a sus devotos en su manto, como lo hizo con Jesús al nacer, como Madre que cobija a sus hijos. Cubrió Dios con un manto a Adán y Eva después del pecado; Jonatán dio su manto a David en señal de su amistad, y Elías le dio su manto a Eliseo y lo llenó de su espíritu en su partida. San Pablo nos dice que nos revistamos de Cristo, con el vestido de sus virtudes. El escapulario es el signo de que pertenecemos a María como sus hijos, consagrados y entregados a ella, para dejarnos guiar, enseñar, moldear por Ella y en su corazón. En el himno de la carta a los Efesios (1,3), oración de bendición a Dios Padre, San Pablo delinea las diferentes etapas del plan de salvación a través de la obra de Cristo. En el centro resuena la palabra griega «mysterion», un término asociado a los verbos que hacen referencia a la revelación («revelar», «conocer», «manifestar»).

Este es el gran proyecto secreto que el Padre había custodiado en sí mismo desde la eternidad y que había decidido actuar y revelar «cuando llegase el momento culminante» en Jesucristo, su Hijo. En el himno aparecen salpicadas las acciones salvíficas de Dios por Cristo en el Espíritu. El Padre nos escoge desde la eternidad para que seamos santos e irreprochables en el amor, después nos predestina a ser sus hijos, nos redime y nos perdona los pecados, nos desvela plenamente el misterio de la salvación en Cristo, y nos da la herencia eterna, ofreciéndonos ya desde ahora como prenda el don del Espíritu Santo prenda de la resurrección final.

La Santísima trinidad

Intervienen las tres personas de la Santísima Trinidad, el Padre, que es el iniciador y el artífice supremo del plan de salvación; el Hijo, que realiza el designio en la historia; y el Espíritu Santo que imprime su «sello» a toda la obra de salvación. El primer gesto divino, revelado y actuado en Cristo, es la elección de los creyentes, iniciativa libre y gratuita de Dios. En el principio, «antes de crear el mundo», en la eternidad de Dios, la gracia divina está dispuesta a entrar en acción. Me conmuevo meditando que desde la eternidad estamos ante los ojos de Dios que ha decidido salvarnos. Llamada a la «santidad», gran palabra. Santidad. Participación en la pureza del Ser divino. Como Dios es caridad, participar en la pureza divina es participar en la «caridad» de Dios, conformarnos con Dios que es «caridad». «Dios es amor» (1 Juan 4, 8.16), esta es la verdad consolante que nos permite comprender que «santidad» no es una realidad alejada de nuestra vida, sino que, en la medida en que podemos convertirnos en personas que aman con Dios, entramos en el misterio de la «santidad». El «ágape» se convierte en nuestra realidad cotidiana. Somos llevados por tanto al horizonte sacro y vital del mismo Dios. Igualmente es contemplada por el plan divino desde la eternidad: nuestra «predestinación» a hijos de Dios. No sólo criaturas humanas, sino hijos de Dios.

Pablo exalta esta sublime condición de hijos que implica y se deriva de la fraternidad con Cristo, el hijo por excelencia, «primogénito entre muchos hermanos» (Romanos 8, 29) y de la intimidad con el Padre celestial que ya puede ser invocado como «abbá», al que podemos llamarle «padre querido», con un sentido de auténtica familiaridad con Dios, con una relación de espontaneidad y de amor, don inmenso, hecho posible por «pura iniciativa» divina y de la «gracia», luminosa expresión del amor que salva. San Ambrosio, en una carta subraya la gracia sobreabundante con la que Dios nos ha hecho hijos adoptivos suyos en Jesucristo. «No hay que dudar de que los miembros estén unidos a su cabeza, en particular porque desde el principio hemos sido predestinados a la adopción de hijos de Dios, por medio de Jesucristo» («Carta XVI a Ireneo», «Lettera XVI ad Ireneo). «¿Quién es rico si no Dios, creador de todas las cosas?». «Pero es mucho más rico en misericordia, pues nos ha redimido y trasformado, a quienes según la naturaleza de la carne éramos hijos de la ira y sujetos al castigo, para que fuésemos hijos de la paz y de la caridad».

El Papa Pio XII y el escapulario

En 1950 el Papa Pío XII escribió "que el escapulario sea tu signo de consagración al Inmaculado Corazón de María, lo cual estamos particularmente necesitando en estos tiempos tan peligrosos". Quien usa el escapulario debe ser consciente de su consagración a Dios y a la Virgen y ser consecuente en sus pensamientos, palabras y obras. Dice Jesús: "Cargad con mi yugo y aprended de mi, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera". (Mt 11:29). El escapulario simboliza ese yugo que Jesús nos invita a cargar, pero que María nos ayuda a llevar. El escapulario es un signo de nuestra identidad como cristianos, vinculados íntimamente a la Virgen María con el propósito de vivir plenamente nuestro bautismo. Representa nuestra decisión de seguir a Jesús por María en el espíritu de los religiosos pero adaptado a la propia vocación, lo que exige que seamos pobres, castos y obedientes por amor.

Al usar el escapulario constantemente estamos haciendo silenciosa petición de asistencia a la Madre, y ella nos enseña e intercede para conseguirnos las gracias para vivir como ella, abiertos de corazón al Señor, escuchando su Palabra, orando, descubriendo a Dios en la vida diaria y cercanos a las necesidades de nuestros hermanos, y nos está recordando que nuestra meta es el cielo y que todo lo de este mundo pasa. En la tentación, tomamos el escapulario en nuestras manos e invocamos la asistencia de la Madre. Kilian Lynch, antiguo general de la Orden dice: "No lleguemos a la conclusión de que el escapulario está dotado de alguna clase de poder sobrenatural que nos salvará a pesar a pesar de lo que hagamos o de cuanto pequemos...Una voluntad pecadora y perversa puede derrotar la omnipotencia suplicante de la Madre de la Misericordia."

Medalla-escapulario

El primer escapulario debe ser bendecido e impuesto por un sacerdote con esas palabras: "Recibe este escapulario bendito y pide a la Virgen Santísima que por sus méritos, lo lleves sin ninguna mancha de pecado y que te proteja de todo mal y te lleve a la vida eterna". En 1910, a petición de los misioneros en los países del trópico, donde los escapularios de tela se deterioran pronto, el Papa Pío X declaró que una persona que ha recibido el escapulario de tela puede llevar la medalla-escapulario en su lugar, si tiene razones legítimas para sustituirlo.

La Virgen prometido sacar del purgatorio el primer sábado después de la muerte a la persona que muera con el escapulario. Esta gracia es conocida como el Privilegio Sabatino y tiene su origen en una bula del Papa Juan XXII otorgada el 3 de marzo de 1322, después de una aparición de la Virgen al mismo Papa, en la que prometió para aquellos que cumplieran los requisitos de esta devoción que "como Madre de Misericordia, con mis ruegos, oraciones, méritos y protección especial, les ayudaré para que, libres cuanto antes de sus penas, sean trasladadas sus almas a la bienaventuranza". Las condiciones para gozar este privilegio son llevar el escapulario con fidelidad, guardar la castidad de su estado, rezar el oficio de la Virgen o los cinco misterios del rosario. El Papa Pablo V confirmó en un documento oficial que se podía enseñar este privilegio sabatino a todos los creyentes.

Fátima y el escapulario

En la última aparición de Fátima, octubre de 1917, día del milagro del sol, la Virgen vino vestida con el hábito carmelita y con el escapulario en la mano. El Papa Pío XII, que recomendó frecuentemente el Escapulario, en 1951, 700 aniversario de la aparición de Nuestra Señora a San Simón Stock, ante una numerosa audiencia en Roma, exhortó a vestir el Escapulario como "Signo de Consagración al Inmaculado Corazón de María, que nos marca como hijos escogidos de María y se convierte para nosotros en un "Vestido de Gracia".

Plegaria

Madre del Carmelo:
Tengo mil dificultades, ayúdame.
De los enemigos del alma, sálvame.
En mis desaciertos, ilumíname.
En mis dudas y penas, confórtame.
En mis enfermedades, fortaléceme.
Cuando me desprecien, anímame.
En las tentaciones, defiéndeme. En horas difíciles, consuélame.
De mis pecados, perdóname.
Con tu corazón maternal, ámame.
Con tu inmenso poder, protégeme en tus brazos de Madre.
Al expirar, recíbeme.
Virgen Santísima del Carmen,
ruega por nosotros. Amén."

miércoles, 15 de julio de 2015

LA VIRGEN DEL CARMEN MADRE DE TODOS


La Virgen del Carmen Madre de todos
Llevar el Escapulario de la Virgen del Carmen es ponerse, como ella, un vestido nuevo, el ropaje de la fe, de la alegría...


Por: P. Eusebio Gómez Navarro | Fuente: Catholic.net 




Muchas son las advocaciones con las que invocamos a María. La Virgen del Carmen ha sido una de las devociones más populares durante setecientos años. Muchos cristianos se han sentido protegidos por María con el Escapulario. El escapulario es un signo especial de la protección de María, madre y hermana nuestra. El Escapulario del Carmen nos compromete a vivir como María, a ser personas orantes, a estar abiertos a Dios y a las necesidades de los hermanos.

María fue la favorecida de Dios, la "llena de gracia". Sabía que el Señor estaba con ella, sentía su presencia. Dios se había fijado en su humildad y cuidaba de ella. Estaba arropada por la fuerza de Dios. No podía temer a nada ni a nadie. María conocía el corazón de Dios, sabía de su infinita misericordia. Por eso, lo alababa y adoraba. Vivía de Dios, con Dios y para Dios.

Concibió y dio a luz a su hijo, "el Hijo del Altísimo" a quien puso por nombre Jesús, Salvador de cada pueblo y de todos aquellos que creen en él. En su vientre había llevado a Jesús y facilitó que estuviera en su corazón durante toda su vida.

María fue una mujer sencilla. Se ubicó entre los socialmente considerados inferiores, entre los que no tienen ni voz ni voto. Todos los necesitados tenían cabida en su corazón. Sin demora ni tardanza se puso en camino para atender a su pariente Isabel, para llevarle al Dios de la vida, para asistirla y ayudarla.

María tiene muchos títulos. Entre todos ellos, todos hermosos y grandes, sobresale el de ser Madre de Cristo y Madre nuestra. María es Madre de la Iglesia. Como dice Pablo, sufre por ella dolores de parto hasta ver a Cristo formado en cada uno de los creyentes. Ella cuida de sus hijos, como buena madre, durante la vida y en la hora de la muerte. Ella ayuda a caminar con Jesús y a esperar hasta el final.

María estuvo junto a su hijo en todos los momentos de su vida. En las alegrías y, sobre todo, en el momento de la cruz. Lo acompañó hasta la tragedia final del Calvario. Ella, la Dolorosa, también está cercana a nuestras penas y sufrimientos cotidianos. Los pobres, los enfermos, los que sufren, alcanzan de María la fuerza y ayuda para sobrellevar con fe una vida plagada de dificultades.

La historia y la leyenda nos han mostrado a la Virgen del Escapulario siempre cercana a todos aquellos que, viviendo momentos difíciles y amargos, han acudido a ella pidiendo su protección.

Llevar el Escapulario de la Virgen del Carmen es ponerse, como ella, un vestido nuevo, el ropaje de la fe, de la alegría...

Sí, hemos sido revestidos de Cristo y, como María, debemos permanecer fieles a Dios hasta el final.

NUESTRA SEÑORA DEL CARMEN, ADVOCACIÓN MARIANA, 16 DE JULIO


Nuestra Señora del Carmen
Advocación Mariana, 16 de julio


Fuente: Corazones.org 




Patrona de los marineros
Memoria de la Bienaventurada Virgen María del Monte Carmelo, monte en el que Elías consiguió que el pueblo de Israel volviese a dar culto al Dios vivo y en el que, más tarde, algunos, buscando la soledad, se retiraron para hacer vida eremítica, dando origen con el correr del tiempo a una orden religiosa de vida contemplativa, que tiene como patrona y protectora a la Madre de Dios.

Desde los antiguos ermitaños que se establecieron en el Monte Carmelo, Los Carmelitas han sido conocidos por su profunda devoción a la Santísima Virgen. Ellos interpretaron la nube de la visión de Elías (1 Reyes 18, 44) como un símbolo de la Virgen María Inmaculada. Ya en el siglo XIII, cinco siglos antes de la proclamación del dogma, el misal Carmelita contenía una Misa para la Inmaculada Concepción.

En las palabras de Benedicto XVI, 15,VII,06:
"El Carmelo, alto promontorio que se yergue en la costa oriental del Mar Mediterráneo, a la altura de Galilea, tiene en sus faldas numerosas grutas naturales, predilectas de los eremitas. El más célebre de estos hombres de Dios fue el gran profeta Elías, quien en el siglo IX antes de Cristo defendió valientemente de la contaminación de los cultos idolátricos la pureza de la fe en el Dios único y verdadero. Inspirándose en la figura de Elías, surgió al Orden contemplativa de los «Carmelitas», familia religiosa que cuenta entre sus miembros con grandes santos, como Teresa de Ávila, Juan de la Cruz, Teresa del Niño Jesús y Teresa Benedicta de la Cruz (en el siglo, Edith Stein). Los Carmelitas han difundido en el pueblo cristiano la devoción a la Santísima Virgen del Monte Carmelo, señalándola como modelo de oración, de contemplación y de dedicación a Dios. María, en efecto, antes y de modo insuperable, creyó y experimentó que Jesús, Verbo encarnado, es el culmen, la cumbre del encuentro del hombre con Dios. Acogiendo plenamente la Palabra, «llegó felizmente a la santa montaña» (Oración de la colecta de la Memoria), y vive para siempre, en alma y cuerpo, con el Señor. A la Reina del Monte Carmelo deseo hoy confiar todas las comunidades de vida contemplativa esparcidas por el mundo, de manera especial las de la Orden Carmelitana, entre las que recuerdo el monasterio de Quart, no muy lejano de aquí [Valle de Aosta]. Que María ayude a cada cristiano a encontrar a Dios en el silencio de la oración.

La estrella del Mar y los Carmelitas

Los marineros, antes de la edad de la electrónica, dependían de las estrellas para marcar su rumbo en el inmenso océano. De aquí la analogía con La Virgen María quien como, estrella del mar, nos guía por las aguas difíciles de la vida hacia el puerto seguro que es Cristo.

Por la invasión de los sarracenos, los Carmelitas se vieron obligados a abandonar el Monte Carmelo. Una antigua tradición nos dice que antes de partir se les apareció la Virgen mientras cantaban el Salve Regina y ella prometió ser para ellos su Estrella del Mar. Por ese bello nombre conocían también a la Virgen porque el Monte Carmelo se alza como una estrella junto al mar.

Los Carmelitas y la devoción a la Virgen del Carmen se difunden por el mundo

La Virgen Inmaculada, Estrella del Mar, es la Virgen del Carmen, es decir a la que desde tiempos remotos se venera en el Carmelo. Ella acompañó a los Carmelitas a medida que la orden se propagó por el mundo. A los Carmelitas se les conoce por su devoción a la Madre de Dios, ya que en ella ven el cumplimiento del ideal de Elías. Incluso se le llamó: "Los hermanos de Nuestra Señora del Monte Carmelo". En su profesión religiosa se consagraban a Dios y a María, y tomaban el hábito en honor ella, como un recordatorio de que sus vidas le pertenecían a ella, y por ella, a Cristo.

La devoción a la Virgen del Carmen se propagó particularmente en los lugares donde los carmelitas se establecieron.

España
Entre los lugares en que se venera en España la Virgen de España como patrona está Beniaján, Murcia. Vea ahí mas imágenes.

América
Es patrona de Chile; en el Ecuador es reina de la región de Cuenca y del Azuay, recibiendo la coronación pontificia el 16 de Julio del 2002. En la iglesia del monasterio de la Asunción en Cuenca se venera hace más de 300 años. Es además venerada por muchos en todo el continente.

VIRGEN DEL CARMEN - 16 DE JULIO - ADVOCACIÓN MARIANA


16 de Julio
LA SANTÍSIMA VIRGEN DEL CARMEN

 
 
Su nombre viene del Monte Carmelo, en Israel o Tierra Santa. A este monte se retiraba a rezar el profeta Elías, y en una ocasión en la cual Dios había castigado a su pueblo rebelde con un verano de tres años, Elías estando rezando en la cima del Monte Carmelo envió a su secretario a que observara en el horizonte para ver si veía algo. El otro volvió a contarle que se veía una pequeña nube. Con esto entendió Elías que ya iban a llegar las lluvias. Y en efecto la nube fue creciendo y se convirtió en una inmensa y muy provechosa lluvia que alegró enormemente a aquellas gentes que llevaban 36 meses sin agua.

La Iglesia Católica ha creído que esa nubecilla que apareció en el Monte Carmelo era imagen o anuncio de María, la cual al aparecer en este mundo nos trajo la más bella noticia: la de que con Ella, por medio de su Hijo Jesucristo nos llegaría la más grande y provechosa lluvia de gracias sobre todos nosotros, pobres pecadores (Carmen significa: tierra fértil que produce muy buenos frutos. Eso es la devoción a N. Sra. del Carmen).

Desde hace muchos siglos se reunieron en el Monte Carmelo varios monjes a rezar y hacer penitencia, y la gente los llamaba Los Carmelitas. Estos religiosos le tenían una gran devoción a la Virgen Santísima y le erigieron un templo en esa hermosa montaña.

Pero en el siglo XI llegaron los Mahometanos, terribles enemigos de la religión católica, y destruyeron todo a sangre y fuego. Muchos monjes, murieron mientras cantaban himnos a la Sma. Virgen, pero algunos lograron huir y embarcarse y llegar hasta Italia. Allá empezaron a propagar la devoción a la Sma. Virgen y las gentes los seguían llamando Los Carmelitas. Ahora los Padres Carmelitas y las hermanas Carmelitas siguen propagando en todas partes la devoción a Nuestra Señora.

Entre los monjes llegados del Monte Carmelo hubo uno que se hizo célebre por su santidad, por su amor a la Virgen y sobre todo por una aparición que recibió. Fue San Simón Stock. Dice la tradición que un 16 de julio (de 1251) la Sma. Virgen se le apareció y le prometió conceder ayudas muy especiales a quienes lleven el Santo Escapulario como un acto de cariño y devoción de honor de la Madre de Dios con deseo de convertirse y llevar una vida más santa.

Muy pronto empezaron a notarse en todas partes las bendiciones y ayudas tan especiales que la Madre de Dios concedía a los que llevaban con fe y devoción el Santo escapulario. Incendios que se detenían. Inundaciones que se calmaban; tentaciones que se alejaban. Pecadores que se convertían. En Francia en plena batalla el rey Luis XI vio que a un soldado le llegaba una flecha dirigida hacia su corazón y en cambio se le clavaba en el escapulario y no le hacía ningún daño. Inmediatamente el rey y todos sus generales pidieron el escapulario y se lo colocaron. Ya sabemos que lo que salva de peligros no es el escapulario en sí, sino la Sma. Virgen que protege y defiende a quienes llevan esa insignia como señal del aprecio y la devoción que sienten por Ella. Ahora la Santa Iglesia Católica ha declarado que el Escapulario se puede reemplazar por una medalla de la Sma. Virgen. Y la Virgen Santísima sigue haciendo prodigios cada día en favor de quienes llevan con devoción el santo escapulario o su medalla y se esfuerzan por volverse mejores creyentes.

Antiguas tradiciones narraban que la Sma. Virgen había prometido visitar en el purgatorio a sus devotos, el sábado próximo a la muerte de ellos y concederles descanso. Por eso la devoción a la Virgen del Carmen está muy ligada a la devoción a las benditas almas. Que Nuestra Señora del Carmen siga protegiendo a nuestro pueblo y le consiga la gracia de convertirse y llegar a la santidad.

La Santísima Virgen del Carmen es la advocación que nos acerca a la Madre de Dios, es para nosotros el lugar precioso donde nos encontramos con Dios en la oración. Nuestra meta es llegar a amar a la Santísima Virgen María como nadie antes la ha amado. Con María todo y sin ella nada.

lunes, 13 de julio de 2015

¿QUÉ ES EL ESCAPULARIO DE LA VIRGEN DEL CARMEN?


¿Qué es el escapulario de la VIRGEN DEL CARMEN?



Es una de las más importantes y a la vez populares devociones con las que se honra a la Virgen María, debido a su sencillez y la relevancia de sus beneficios espirituales. La palabra escapulario viene del latín "scapulae" que significa "hombros", porque antiguamente era un vestido superpuesto que caía sobre los hombros de los monjes cuando trabajaban. Hoy, consiste en un cordón que se lleva al cuello con dos piezas pequeñas de tela color café, una sobre el pecho y la otra sobre la espalda cuyo uso expresa la dedicación especial a la Virgen del Carmen y el deseo de imitar su entrega a Cristo y al prójimo. 

El Escapulario del Carmen es también un sacramental, es decir, según el Concilio Vaticano II "un signo sagrado según el modelo de los sacramentos, por medio del cual se significan efectos, sobre todo espirituales, que se obtienen por la intercesión de la Iglesia" (S.C. 60). 

Además, es un símbolo particular que ayuda a morir en gracia de Dios. Es un signo de protección de la Madre de Dios a todas las personas que le manifiesten su amor y consagren sus vidas con sinceridad en busca de la santidad. Es un signo que une a María Santísima y que compromete a imitarla en el seguimiento de Jesús, en cumplir los mandamientos y llevar una vida coherente con el Evangelio. 

¿QUIÉN ES LA VIRGEN DEL CARMEN?


¿Quién es la Virgen del Carmen?




La Virgen María es una sola, es la Madre de Jesús y por ello Madre Nuestra (Juan 19, 26-27) y se ha aparecido a los hombres en distintos momentos de la historia tomando las vestimentas y rasgos de la comunidad o nación a la cual se dirige. Es por ello que se le conoce con distintos nombres o advocaciones, siendo una de ellas la Virgen del Carmen, quien toma su nombre del Karmel o Monte Carmelo, emplazado en la costa mediterránea de Israel. 

La Iglesia nos enseña que la Virgen María ocupa, después de Cristo, el lugar más alto y el más cercano a nosotros, pues Ella "por la gracia de Dios, después de su Hijo, fue exaltada sobre todos los ángeles y los hombres. Redimida de modo eminente, en previsión de los méritos de su Hijo, y unida a El con un vínculo estrecho e indisoluble, está enriquecida con la suma prerrogativa y dignidad de ser la Madre de Dios Hijo, y por eso hija predilecta del Padre y sagrario del Espíritu Santo; con el don de una gracia tan extraordinaria aventaja con creces a todas las otras criaturas, celestiales y terrenas" (Concilio Vaticano II, Lumen Gentium). 

Por otra parte, la Virgen "es proclamada miembro excelentísimo y singular de la Iglesia y como tipo y ejemplar acabadísimo de la misma en la fe y en la caridad, y a quien la Iglesia Católica, instruida por el Espíritu Santo, venera, como a madre amantísima, con afecto de piedad filial" (Lumen Gentium, Nº 63) 

Desde siempre los cristianos hemos visto a la Virgen María como amparo y refugio de los pecadores, donde acudimos a protegernos en momentos de mayor tentación o grandes dificultades y para que nos ayude a cumplir Su voluntad en nuestra vida. 

Dios ha querido -enseñaba San Bernardo- que todos los bienes que de Él nos vienen, nos lleguen por medio de la Virgen Santísima: "Es voluntad de Dios que todo lo obtengamos por María" (Juan Pablo II, Encíclica Redemptoris Mater, Nº 6) y en su reconocido sermón explica que la Virgen es como un acueducto por el que nos llegan todas las gracias. 

En este rol, María se pone en medio de Dios y los hombres, es decir, ocupa el papel de mediadora, no como una persona extraña, sino como madre consciente de que como tal tiene derecho a hacer presente al hijo las necesidades de los hombres. (Juan Pablo II, Encíclica Redemptoris Mater, Nº 21).

miércoles, 8 de julio de 2015

LA VIRGEN DEL CARMEN Y EL ESCAPULARIO



La Virgen del Carmen ...y el escapulario
El escapulario no salva por sí solo como si fuera algo mágico o de buena suerte, ni es una excusa para evadir las exigencias de la vida cristiana. 


Por: Archidiócesis de Madrid | Fuente: Corazones.org 





El próximo 16 de Julio recordaremos a Nuestra Señora del Carmen. Reflexionemos hoy un poco sobre esta advocación y las grandes promesas de su escapulario.

Los carmelitas tienen, entre otros, el mérito de haber llevado esta advocación mariana a todos los estratos del pueblo cristiano.

En el siglo XII algunos eremitas se retiraron al Monte Carmelo, con San Simón Stock.

La Virgen Santísima prometió a este santo un auxilio especial en la hora de la muerte a los miembros de la orden carmelitana y a cuantos participaran de su patrocinio llevando su santo escapulario.

Los Carmelitas han sido conocidos por su profunda devoción a la Santísima Virgen. Ellos interpretaron la nube de la visión de Elías (1 Reyes 18, 44) como un símbolo de la Virgen María Inmaculada. Ya en el siglo XIII, cinco siglos antes de la proclamación del dogma, el misal Carmelita contenía una Misa para la Inmaculada Concepción.


La estrella del Mar y los Carmelitas.

Los marineros, antes de la edad de la electrónica, dependían de las estrellas para marcar su rumbo en el inmenso océano. De aquí la analogía con La Virgen María quien como, estrella del mar, nos guía por las aguas difíciles de la vida hacia el puerto seguro que es Cristo.

Por la invasión de los sarracenos, los Carmelitas se vieron obligados a abandonar el Monte Carmelo. Una antigua tradición nos dice que antes de partir se les apareció la Virgen mientras cantaban el Salve Regina y ella prometió ser para ellos su Estrella del Mar. Por ese bello nombre conocían también a la Virgen porque el Monte Carmelo se alza como una estrella junto al mar.


Los Carmelitas y la Virgen del Carmen se difunden por Europa.

La Virgen Inmaculada, Estrella del Mar, es la Virgen del Carmen, es decir a la que desde tiempos remotos allí se venera. Ella acompañó a los Carmelitas a medida que la orden se propagó por el mundo. A los Carmelitas se les conoce por su devoción a la Madre de Dios, ya que en ella ven el cumplimiento del ideal de Elías. Incluso se le llamó: "Los hermanos de Nuestra Señora del Monte Carmelo". En su profesión religiosa se consagraban a Dios y a María, y tomaban el hábito en honor ella, como un recordatorio de que sus vidas le pertenecían a ella, y por ella, a Cristo.


¿Qué es el Escapulario carmelita?

Los seres humanos nos comunicamos por símbolos. Así como tenemos banderas, escudos y también uniformes que nos identifican. Las comunidades religiosas llevan su hábito como signo de su consagración a Dios.

Los laicos no pueden llevar hábito, pero los que desean asociarse a los religiosos en su búsqueda de la santidad pueden usar el escapulario. La Virgen dio a los Carmelitas el escapulario como un hábito miniatura que todos los devotos pueden llevar para significar su consagración a ella. Consiste en un cordón que se lleva al cuello con dos piezas pequeñas de tela color café, una sobre el pecho y la otra sobre la espalda. Se usa bajo la ropa. Junto con el rosario y la medalla milagrosa, el escapulario es uno de los mas importantes sacramentales marianos.

Dice San Alfonso Ligorio, doctor de la Iglesia: "Así como los hombres se enorgullecen de que otros usen su uniforme, así Nuestra Señora Madre María está satisfecha cuando sus servidores usan su escapulario como prueba de que se han dedicado a su servicio, y son miembros de la familia de la Madre de Dios."


El escapulario es un sacramental.

Un sacramental es un objeto religioso que la Iglesia haya aprobado como signo que nos ayuda a vivir santamente y a aumentar nuestra devoción. Los sacramentales deben mover nuestros corazones a renunciar a todo pecado, incluso al venial.

El escapulario, al ser un sacramental, no nos comunica gracias como hacen los sacramentos. Las gracias nos vienen por nuestra respuesta de amor a Dios y de verdadera contrición del pecado, lo cual el sacramental debe motivar.


¿Cómo surgió el escapulario?

La palabra escapulario viene del Latín "scapulae" que significa "hombros". Originalmente era un vestido superpuesto que cae de los hombros y lo llevaban los monjes durante su trabajo. Con el tiempo se le dio el sentido de ser la cruz de cada día que, como discípulos de Cristo llevamos sobre nuestros hombros. Para los Carmelitas particularmente, pasó a expresar la dedicación especial a la Virgen Santísima y el deseo de imitar su vida de entrega a Cristo y a los demás.


La Virgen María entrega el escapulario el 16 de julio de 1251.

En el año 1246 nombraron a San Simón Stock general de la Orden Carmelita. Este comprendió que, sin una intervención de la Virgen, a la orden le quedaba poco tiempo. Simón recurrió a María poniendo la orden bajo su amparo, ya que ellos le pertenecían. En su oración la llamó "La flor del Carmelo" y la "Estrella del Mar" y le suplicó la protección para toda la comunidad.

En respuesta a esta ferviente oración, el 16 de julio de 1251 se le aparece la Virgen a San Simón Stock y le da el escapulario para la orden con la siguiente promesa:

"Este debe ser un signo y privilegio para ti y para todos los Carmelitas: quien muera usando el escapulario no sufrirá el fuego eterno"

Aunque el escapulario fue dado a los Carmelitas, muchos laicos con el tiempo fueron sintiendo el llamado de vivir una vida mas comprometida con la espiritualidad carmelita y así se comenzó la cofradía del escapulario, donde se agregaban muchos laicos por medio de la devoción a la Virgen y al uso del escapulario. La Iglesia ha extendido el privilegio del escapulario a los laicos.


Explicación de la Promesa:

Muchos Papas, santos como San Alfonso Ligorio, San Juan Bosco, San Claudio de la Colombiere, y San Pedro Poveda, tenían una especial devoción a la Virgen del Carmen y llevaban el escapulario. Santos y teólogos católicos han explicado que, según esta promesa, quien tenga la devoción al escapulario y lo use, recibirá de María Santísima a la hora de la muerte, la gracia de la perseverancia en el estado de gracia (sin pecado mortal) o la gracia de la contrición (arrepentimiento). Por parte del devoto, el escapulario es una señal de su compromiso a vivir la vida cristiana siguiendo el ejemplo perfecto de la Virgen Santísima.


El escapulario tiene 3 significados:
 
  • El amor y la protección maternal de María: El signo es una tela o manto pequeño. Vemos como María cuando nace Jesús lo envuelve en un manto. La Madre siempre trata de cobijar a sus hijos.

    Envolver en su manto es una señal muy maternal de protección y cuidado. Señal de que nos envuelve en su amor maternal. Nos hace suyos. Nos cubre de la ignominia de nuestra desnudes espiritual.

    Vemos en la Biblia:

    -Dios cubrió con un manto a Adán y Eva después de que pecaron. (manto - signo de perdón)

    -Jonás le dio su manto a David: símbolo de amistad -Elías dio su manto a Eliseo y lo llenó de su espíritu en su partida.

    -S. Pablo: revístanse de Cristo: vestirnos con el manto de sus virtudes.
     
  • Pertenencia a María: Llevamos una marca que nos distingue como sus hijos escogidos. El escapulario se convierte en el símbolo de nuestra consagración a María.

    Consagración: ´pertenecer a María´ es reconocer su misión maternal sobre nosotros y entregarnos a ella para dejarnos guiar, enseñar, moldear por Ella y en su corazón. Así podremos ser usados por Ella para la extensión del Reino de su Hijo.

    -En 1950 Papa Pío XII escribió acerca del escapulario: "que el escapulario sea tu signo de consagración al Inmaculado Corazón de María, lo cual estamos particularmente necesitando en estos tiempos tan peligrosos". Quien usa el escapulario debe ser consciente de su consagración a Dios y a la Virgen y ser consecuente en sus pensamientos, palabras y obras. Dice Jesús: "Cargad con mi yugo y aprended de mi, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera". (Mt 11:29). El escapulario simboliza ese yugo que Jesús nos invita a cargar, pero que María nos ayuda a llevar. El escapulario es un signo de nuestra identidad como cristianos, vinculados íntimamente a la Virgen María con el propósito de vivir plenamente nuestro bautismo. Representa nuestra decisión de seguir a Jesús por María en el espíritu de los religiosos pero adaptado a la propia vocación, lo que exige que seamos pobres, castos y obedientes por amor.

    Al usar el escapulario constantemente estamos haciendo silenciosa petición de asistencia a la Madre, y ella nos enseña e intercede para conseguirnos las gracias para vivir como ella, abiertos de corazón al Señor, escuchando su Palabra, orando, descubriendo a Dios en la vida diaria y cercanos a las necesidades de nuestros hermanos, y nos está recordando que nuestra meta es el cielo y que todo lo de este mundo pasa. En la tentación, tomamos el escapulario en nuestras manos e invocamos la asistencia de la Madre. Kilian Lynch, antiguo general de la Orden dice: "No lleguemos a la conclusión de que el escapulario está dotado de alguna clase de poder sobrenatural que nos salvará a pesar a pesar de lo que hagamos o de cuanto pequemos...Una voluntad pecadora y perversa puede derrotar la omnipotencia suplicante de la Madre de la Misericordia."

     
  • El suave yugo de Cristo: "Carguen sobre ustedes mi yugo y aprendan de mi, porque soy paciente y humilde de corazón, y así encontrarán alivio. Porque mi yugo es suave y mi carga liviana". (Mt 11:29-30)

    -El escapulario simboliza ese yugo que Jesús nos invita a cargar pero que María nos ayuda a llevar.

    Quién lleva el escapulario debe identificarse como católico sin temor a los rechazos y dificultades que ese yugo le traiga.

    Se debe vivir lo que significa

    El escapulario es un signo de nuestra identidad como católicos, vinculados de íntimamente a la Virgen María con el propósito de vivir plenamente según nuestro bautismo. Representa nuestra decisión de seguir a Jesús por María en el espíritu de los religiosos pero adaptado a la propia vocación. Esto requiere que seamos pobres (un estilo de vida sencillo sin apegos materiales), castos y obedientes por amor a Dios.

    En momentos de tentación, tomamos el escapulario en nuestras manos e invocamos la asistencia de la Madre, resueltos a ser fieles al Señor.

    Ella nos dirige hacia el Sagrado Corazón de su Hijo Divino y el demonio es forzado a retroceder vencido.

    Imposición del Escapulario:

    El primer escapulario debe ser bendecido por un sacerdote e impuesto por él mientras dice:

    "Recibe este escapulario bendito y pide a la Virgen Santísima que por sus méritos, lo lleves sin ninguna mancha de pecado y que te proteja de todo mal y te lleve a la vida eterna"


    ¿Puede darse el escapulario a quien no es católico?

    Sí. El escapulario es signo de la Maternidad Espiritual de María y debemos recordar que ella es madre de todos. Muchos milagros de conversión se han realizado en favor de buenos no-católicos que se han decidido a practicar la devoción al escapulario.


    Conversiones.

    Un anciano fue llevado al Hospital de San Simón Stock en la ciudad de Nueva York, inconsciente y moribundo. La enfermera al ver al paciente con el Escapulario Carmelita llamó a un sacerdote. Mientras rezada las oraciones por el moribundo, éste recobró el conocimiento y dijo: "Padre, yo no soy católico". "¿Entonces, ¿por qué está usando el Escapulario Carmelita?", preguntó el sacerdote. "He prometido a mis amigos usarlo", explicó el paciente. "Además rezo un Ave María diariamente." "Usted se está muriendo" replicó el sacerdote. "¿Quiere hacerse católico?" ´Toda mi vida lo he deseado", contestó el moribundo. Fue bautizado, recibió la Unción de los Enfermos antes de fallecer en paz.


    Alerta contra abusos:

    El escapulario NO salva por sí solo como si fuera algo mágico o de buena suerte, ni es una excusa para evadir las exigencias de la vida cristiana. Mons. Kilian Lynch, antiguo general de la Orden Carmelita nos dice: "No lleguemos a la conclusión que el escapulario está dotado de alguna clase de poder sobrenatural que nos salvará a pesar a pesar de lo que hagamos o de cuanto pequemos... Una voluntad pecadora y perversa puede derrotar la ´omnipotencia suplicante´ de la madre de la misericordia."

    Los Papas y Santos han muchas veces alertado acerca de no abusar de la promesa de nuestra madre como si nos pudiéramos salvar llevando el escapulario sin conversión. El Papa Pío XI nos advierte: "aunque es cierto que la Virgen María ama de manera especial a quienes son devotos de ella, aquellos que desean tenerla como auxilio a la hora de la muerte, deben en vida ganarse dicho privilegio con una vida de rechazo al pecado y viviendo para darle honor."

    Vivir en pecado y usar el escapulario como ancla de salvación es cometer pecado de presunción ya que la fe y la fidelidad a los mandamientos es necesaria para todos los que buscan el amor y la protección de Nuestra Señora.

    San Claude de la Colombiere advierte: "Tu preguntas: ¿y si yo quisiera morir con mis pecados?, yo te respondo, entonces morirás en pecado, pero no morirás con tu escapulario."

domingo, 5 de julio de 2015

LA VIRGEN DEL CARMEN, ESTRELLA DEL MAR


LA VIRGEN DEL CARMEN, ESTRELLA DEL MAR
Autor: Jesús Marti Ballester




El Carmelo, cuya hermosura ensalza la Biblia, ha sido siempre un monte sagrado. En el siglo IX antes de Cristo, Elías lo convirtió en el refugio de la fidelidad al Dios único y en el lugar de los encuentros entre el Señor y su pueblo (1R 18,39). El recuerdo del Profeta «abrasado de celo por el Dios vivo» había de perpetuarse en el Carmelo. Durante las Cruzadas, los ermitaños cristianos se recogieron en las grutas de aquel monte emblemático, hasta que en el siglo XIII, formaron una familia religiosa, a la que el patriarca Alberto de Jerusalén dio una regla en 1209, confirmada por el Papa Honorio III en 1226. El Monte Carmelo está situado en la llanura de Galilea, cerca de Nazaret, donde vivía María «conservándolo todo en su corazón». Por eso la Orden del Carmelo desde sus orígenes, se ha puesto bajo el patrocinio de. la Madre de los contemplativos. Es natural que en el siglo XVI, los dos doctores y reformadores de la Orden, Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz, convirtieran el Monte Carmelo en el signo del camino hacia Dios. Hoy pide la liturgia al Señor que nos haga llegar, gracias a «la intercesión de la Virgen María» «hasta Cristo, monte de salvación».


ESTRELLA DEL MAR

Desde aquellos eremitas que se establecieron en el monte Carmelo, los Carmelitas se han distinguido por su profunda devoción a la Santísima Virgen, interpretando la nube que vio el criado de Elías: "Sube del mar una nubecilla como la palma de la mano" (1Re 18,44), como un símbolo de la Virgen María. Como los antiguos marineros, que leían las estrellas para marcar su rumbo en el océano, María como estrella del mar, nos guía por las aguas difíciles del mundo, hacia el puerto seguro que es Cristo. Cuando Palestina fue invadida por los sarracenos, los Carmelitas tuvieron que abandonar el Monte Carmelo. Una tarde gozosa, mientras cantaban la Salve, se les apareció la Virgen y les prometió que sería su Estrella del Mar, por la analogía de la belleza del Monte Carmelo que se alza como una estrella junto al mar Mediterráneo, dando cumplimiento a la profecía de Zacarías: "Aquel día se unirán al Señor muchos pueblos y se harán pueblo mío" (Zacarías 7,14).


DIFUSIÓN DE LA ORDEN

La Orden se difundió por Europa, y la Estrella del Mar les acompañó en la propagación de la orden por el mundo, y el pueblo les llamaba "Hermanos de Nuestra Señora del Monte Carmelo". En su profesión religiosa se consagraban a Dios y a María, y tomaban el hábito en su honor, como un recordatorio de que sus vidas le pertenecían a ella, y por ella a Cristo.

Año 1246. Inglaterra. Simón Stock, nombrado general de la Orden Carmelitana, comprendió que, sin una intervención de la Virgen, la Orden se extinguiría pronto. En esta situación de angustia, recurrió a María, a la que llamó "Flor del Carmelo" y "Estrella del Mar" y puso la Orden bajo su amparo, y le suplicó su protección para toda la comunidad. En respuesta a su oración, el 16 de julio de 1251 se le apareció la Virgen y le dio el escapulario para la Orden con la siguiente promesa: "Este debe ser un signo y privilegio para ti y para todos los Carmelitas: quien muera con el escapulario no sufrirá el fuego eterno".


LA VENTANA DE RAJAB

El libro de Josué, nos narra la conquista de Jericó por Josué y los israelitas: "Al entrar nosotros en el país, dijeron los espías a Rajab, la prostituta de Jericó, ata esta cinta roja a la ventana, y a tu padre y tu madre, a tus hermanos y toda tu familia, los reúnes aquí en tu casa y nosotros respondemos de vuestra vida. Esta ciudad se consagra al exterminio. Sólo han de quedar con vida la prostituta Rajab y todos los que están en su casa con ella... Los espías fueron y sacaron, a su padre y hermanos y Josué les perdonó la vida" (Jos 2,14).


SIMBOLOS Y BANDERAS

Los hombres nos comunicamos por símbolos, banderas, himnos, escudos y uniformes, que nos identifican. Las comunidades religiosas llevan su hábito como signo de su consagración a Dios. Los laicos que desean asociarse a los religiosos en el camino de la santidad, pueden usar el escapulario, miniatura de hábito otorgado por la Virgen que, con el rosario y la medalla milagrosa, es uno de los más importantes sacramentales marianos. Como la cinta roja en la ventana de Rajab fue para los hebreos la señal para salvar del extermino a ella y a su familia, el escapulario del Carmen, es para los que lo llevan, su señal de predestinación. Dice San Alfonso Ligorio, doctor de la Iglesia: "Los hombres se enorgullecen de que otros usen su uniforme, y la Virgen está satisfecha cuando sus servidores usan su escapulario como prueba de que se han dedicado a su servicio, y son miembros de la familia de la Madre de Dios." El escapulario ha sido constituido por la Iglesia como sacramental y signo que nos ayuda a vivir santamente y a aumentar nuestra devoción, y que propicia la renuncia del pecado.


EL ESCAPULARIO ACREDITADO

Muchos Papas, santos como San Alfonso Ligorio, San Juan Bosco, San Claudio de la Colombiere, y San Pedro Poveda, tenían una especial devoción a la Virgen del Carmen y llevaban el escapulario. Juan Pablo II, que quiso ser carmelita, ha manifestado que lleva el escapulario de la Virgen, como Terciario Carmelita que ha profesado. Los teólogos han explicado que según la promesa de la Virgen, quien tenga impuesto el escapulario y lo lleve, recibirá de María a la hora de la muerte, la gracia de la perseverancia final.


COMPROMISO

Para el cristiano, el escapulario es una señal de su compromiso de vivir la vida cristiana siguiendo el ejemplo de la Virgen Santísima y el signo del amor y la protección maternal de María, que envuelve a sus devotos en su manto, como lo hizo con Jesús al nacer, como Madre que cobija a sus hijos. Cubrió Dios con un manto a Adán y Eva después del pecado; Jonatán dio su manto a David en señal de su amistad, y Elías le dio su manto a Eliseo y lo llenó de su espíritu en su partida. San Pablo nos dice que nos revistamos de Cristo, con el vestido de sus virtudes. El escapulario es el signo de que pertenecemos a María como sus hijos escogidos, consagrados y entregados a ella, para dejarnos guiar, enseñar, moldear por Ella y en su corazón.


PIO XII Y EL ESCAPULARIO

En 1950 el Papa Pío XII escribió "que el escapulario sea tu signo de consagración al Inmaculado Corazón de María, lo cual estamos particularmente necesitando en estos tiempos tan peligrosos". Quien usa el escapulario debe ser consciente de su consagración a Dios y a la Virgen y ser consecuente en sus pensamientos, palabras y obras. Dice Jesús: "Cargad con mi yugo y aprended de mi, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera". (Mt 11:29). El escapulario simboliza ese yugo que Jesús nos invita a cargar, pero que María nos ayuda a llevar. El escapulario es un signo de nuestra identidad como cristianos, vinculados íntimamente a la Virgen María con el propósito de vivir plenamente nuestro bautismo. Representa nuestra decisión de seguir a Jesús por María en el espíritu de los religiosos pero adaptado a la propia vocación, lo que exige que seamos pobres, castos y obedientes por amor.

Al usar el escapulario constantemente estamos haciendo silenciosa petición de asistencia a la Madre, y ella nos enseña e intercede para conseguirnos las gracias para vivir como ella, abiertos de corazón al Señor, escuchando su Palabra, orando, descubriendo a Dios en la vida diaria y cercanos a las necesidades de nuestros hermanos, y nos está recordando que nuestra meta es el cielo y que todo lo de este mundo pasa. En la tentación, tomamos el escapulario en nuestras manos e invocamos la asistencia de la Madre. Kilian Lynch, antiguo general de la Orden dice: "No lleguemos a la conclusión de que el escapulario está dotado de alguna clase de poder sobrenatural que nos salvará a pesar a pesar de lo que hagamos o de cuanto pequemos...Una voluntad pecadora y perversa puede derrotar la omnipotencia suplicante de la Madre de la Misericordia."


MEDALLA-ESCAPULARIO

El primer escapulario debe ser bendecido e impuesto por un sacerdote con esas palabras: "Recibe este escapulario bendito y pide a la Virgen Santísima que por sus méritos, lo lleves sin ninguna mancha de pecado y que te proteja de todo mal y te lleve a la vida eterna". En 1910, a petición de los misioneros en los países del trópico, donde los escapularios de tela se deterioran pronto, el Papa Pío X declaró que una persona que ha recibido el escapulario de tela puede llevar la medalla-escapulario en su lugar, si tiene razones legítimas para sustituirlo.


PRIVILEGIOS

La Virgen ha prometido sacar del purgatorio el primer sábado después de la muerte a la persona que muera con el escapulario. Esta gracia es conocida como el Privilegio Sabatino y tiene su origen en una bula del Papa Juan XXII otorgada el 3 de marzo de 1322, después de una aparición de la Virgen al mismo Papa, en la que prometió para aquellos que cumplieran los requisitos de esta devoción que "como Madre de Misericordia, con mis ruegos, oraciones, méritos y protección especial, les ayudaré para que, libres cuanto antes de sus penas, sean trasladadas sus almas a la bienaventuranza". Las condiciones para gozar este privilegio son llevar el escapulario con fidelidad, guardar la castidad de su estado, rezar el oficio de la Virgen o los cinco misterios del rosario. El Papa Pablo V confirmó en un documento oficial que se podía enseñar este privilegio sabatino a todos los creyentes.


FÁTIMA Y EL ESCAPULARIO

En la última aparición de Fátima, octubre de 1917, día del milagro del sol, la Virgen vino vestida con el hábito carmelita y con el escapulario en la mano. El Papa Pío XII, que recomendó frecuentemente el Escapulario, en 1951, 700 aniversario de la aparición de Nuestra Señora a San Simón Stock, ante una numerosa audiencia en Roma, exhortó a vestir el Escapulario como "Signo de Consagración al Inmaculado Corazón de María, que nos marca como hijos escogidos de María y se convierte para nosotros en un "Vestido de Gracia".


PLEGARIA

Madre del Carmelo: Tengo mil dificultades, ayúdame. De los enemigos del alma, sálvame. En mis desaciertos, ilumíname. En mis dudas y penas, confórtame. En mis enfermedades, fortaléceme. Cuando me desprecien, anímame. En las tentaciones, defiéndeme. En horas difíciles, consuélame. De mis pecados, perdóname. Con tu corazón maternal, ámame. Con tu inmenso poder, protégeme en tus brazos de Madre, al expirar, recíbeme. Virgen Santísima del Carmen, ruega por nosotros. Amén."


Jesús Marti Ballester

JULIO, MES DE LA VIRGEN DEL CARMEN


Julio, mes de la Virgen del Carmen
P. Eduardo Sanz de Miguel, o.c.d.




Hoy empieza julio, el mes de la Virgen del Carmen. En todos los conventos carmelitanos del mundo se celebran numerosos actos en su honor. Hace dos o tres años tuve el gozo de celebrar las fiestas del Carmen y de San Elías en el Monte Carmelo. Este año predicaré un triduo de preparación y el día de la fiesta de la Virgen en Frosinone, una ciudad cercana a Roma. A finales de julio, si Dios quiere, volveré a visitar el Monte Carmelo, guiando una peregrinación a Tierra Santa.

 Benedicto XVI ha escrito cosas muy hermosas sobre el Carmelo y la Virgen del Carmen: «El Carmelo, alto promontorio que se yergue en la costa oriental del Mar Mediterráneo, a la altura de Galilea, tiene en sus faldas numerosas grutas naturales, predilectas de los eremitas. El más célebre de estos hombres de Dios fue el gran profeta Elías, quien en el siglo IX antes de Cristo defendió valientemente de la contaminación de los cultos idolátricos la pureza de la fe en el Dios único y verdadero. Inspirándose en la figura de Elías, surgió al Orden contemplativa de los “Carmelitas”, familia religiosa que cuenta entre sus miembros con grandes santos, como Teresa de Ávila, Juan de la Cruz, Teresa del Niño Jesús y Teresa Benedicta de la Cruz (en el siglo, Edith Stein). Los Carmelitas han difundido en el pueblo cristiano la devoción a la Santísima Virgen del Monte Carmelo, señalándola como modelo de oración, de contemplación y de dedicación a Dios. María, en efecto, antes y de modo insuperable, creyó y experimentó que Jesús, Verbo encarnado, es el culmen, la cumbre del encuentro del hombre con Dios. Acogiendo plenamente la Palabra, “llegó felizmente a la santa montaña” (Oración de la colecta de la Memoria), y vive para siempre, en alma y cuerpo, con el Señor. A la Reina del Monte Carmelo deseo hoy confiar todas las comunidades de la Orden Carmelitana. Que María ayude a cada cristiano a encontrar a Dios en el silencio de la oración».

1. El Monte Carmelo, situado en la Alta Galilea, es una cadena montañosa de 26 Km. de largo, con forma triangular. Por el Sud-Este llega a tener 7 kilómetros de ancho y una altura de 550 metros; mientras que por el Nor-Oeste se estrecha en un promontorio de 170 metros de altura, que se adentra en el Mar Mediterráneo como la proa de un barco, y que los musulmanes del lugar llaman “anf el-jebej” (la nariz de la montaña) y los judíos “ro’sh hakkarmel” (cabeza del Carmelo). En la parte oriental, dominando la llanura de Esdrelón (también llamada de Yezrael), se encuentra nuestro convento del Mu-Hra-Ka (lugar del sacrificio de Elías). En la parte occidental, sobre el promontorio, dominando la bahía de Haifa (la antigua ciudad de Porfirio) se encuentra nuestra casa madre, el santuario Stella Maris, en honor de la Virgen del Carmen, que es también casa de acogida para peregrinos. Muy cerca se encuentra también el monasterio de las Carmelitas Descalzas. La montaña se halla perforada por varios vallecillos, a modo de gargantas o cañones, por los que discurre hacia el mar el agua de los torrentes que se forman cuando llueve. Estos valles son llamados “wadis”. Para nosotros el más importante es el “wadi ‘ain es-Siah” (o “Nahal Siah”), porque allí nació la Orden carmelitana. En la ciudad de Haifa también tenemos un convento, que es al mismo tiempo escuela y parroquia (la más antigua parroquia latina de Tierra Santa).

A pesar de encontrarse en un país semidesértico, el Monte Carmelo se conserva verde todo el año. El rocío proveniente del mar se posa cada noche sobre la montaña, refrescando los pinos, algarrobos, higueras, laureles, romeros, retamas y rosales silvestres, que crecen abundantemente. Además, el torrente Quijón y otras fuentes permiten el cultivo de plantaciones de olivos, almendros, viñedos y campos de cereales a sus pies (en la antigüedad, el valle de Esdrelón era llamado “el granero de Galilea”, así como Castilla fue denominada “el granero del Imperio”). Hoy la fauna se reduce a algunos felinos, roedores, reptiles, aves e insectos; pero, en tiempos pasados, había abundantes conejos, jabalíes, gamos, osos, lobos, e incluso panteras. La presencia de fuentes y la posibilidad de alimentarse con los frutos de la tierra y la caza de animales, ha favorecido el establecimiento de grupos humanos en el Carmelo desde antiguo. La montaña contiene numerosas cuevas, algunas de ellas habitadas desde el Paleolítico.

Tradicionalmente, se ha hecho derivar la palabra “Carmelo” del hebreo “Karem El”, que significa “jardín de Dios” o “viña de Dios”, aunque también se puede traducir sencillamente por “huerto” o “vergel”. La Biblia lo describe como un paraje hermoso y rico de frutos. Las traducciones de la Biblia al griego (los LXX) y al latín (la Vulgata), conservan la palabra “Carmelo” en los pasajes que hablan de un lugar verde y ameno, aunque las ediciones contemporáneas traduzcan por jardín, huerta, vergel… según el contexto.

2. Significado religioso del Monte. Al menos desde hace 3.000 años tenemos documentada la presencia ininterrumpida en el Carmelo de santuarios en honor de las divinidades cananeas y fenicias. El filósofo sirio Yamblico (Iamblichus), del siglo IV a. C., en su libro “vida de Pitágoras” explica que éste se retiró a vivir en la soledad del Carmelo antes de su viaje a Egipto. También escribió que el Monte Carmelo era «el más santo de todos los montes, por lo que el acceso está prohibido a la mayoría». En el siglo III a. C. fue un importante centro de culto en honor de Zeus (en el convento de Stella Maris se conserva un pie de mármol de esta época, exvoto a “Zeus Carmelus Heliopolitanus”). Vespasiano acudió al Carmelo a consultar el oráculo de la montaña (“Oraculum Carmeli Dei”) antes de emprender su campaña contra los judíos. Los testimonios arqueológicos y bibliográficos sobre la persistencia de cultos paganos en distintos lugares de la montaña son muy numerosos.

Dada la presencia multisecular de estos centros de culto pagano, no es extraño que el profeta Elías retara allí a los profetas de los falsos dioses y eligiera el Carmelo para afirmar la divinidad de Yahvé, el único Dios verdadero. Una vez que el Carmelo fue purificado por la presencia de Elías, se convirtió en un punto de referencia para el judaísmo posterior, que veía en él un reclamo perenne a la pureza de la fe y a la práctica sincera de las cláusulas de la Alianza. La relación entre Elías y el Carmelo es tan fuerte, que los habitantes del lugar llaman a la montaña “Jebel Mar Elías” (montaña de San Elías) y numerosos lugares conservan la referencia a Elías en su nombre (“jardín de Elías”, “cueva de Elías”, “fuente de Elías”, “lugar del sacrificio de Elías”, etc.). Incluso unas plantas que crecen en la zona son llamadas “barbas de Elías” y unas piedras redondeadas y huecas, con cristales de cuarzo en su interior (las “geodas”), bastante comunes en la zona, son llamadas “melones de Elías” o “ciruelas de Elías”, dependiendo del tamaño.

La importancia religiosa de las gestas de Elías sobre el Carmelo, hizo que el pueblo mirara con especial simpatía todo el monte y lo asoció a significados nuevos, siempre positivos. A esto ayudó también la abundante flora y fauna. En una tierra tan árida, se convirtió en símbolo de la hermosura y de la fertilidad. Su belleza sirve para piropear a la esposa en el Cantar de los Cantares: «Tu cabeza es como el Carmelo, ¡qué hermosa eres!» (Cant 7,6-7), e incluso para cantar la belleza de la Jerusalén futura, a la que se dará la hermosura del Carmelo (Cf. Is 35,1ss).

Con el pasar del tiempo, el Carmelo se convirtió en el arquetipo de toda la historia de la salvación: es la imagen del jardín que Dios plantó para el hombre, al principio de los tiempos, cargado de todo tipo de frutos apetitosos. Mientras Adán vive en comunión con Dios, puede habitar en el jardín y comer sus frutos. Cuando rompe la comunión, es expulsado del jardín y sus frutos le son vedados. Si el hombre obedece a Dios, el Carmelo florece y le regala sus frutos. Por el contrario, si el hombre desobedece, el Carmelo se seca y se transforma en desierto. Esto se ve perfectamente en un texto del profeta Jeremías, en el que Dios llama a juicio a su pueblo, recordándole las gestas de su amor: lo ha sacado de la esclavitud de Egipto y lo ha conducido a través del desierto para introducirlo en “la tierra del Carmelo”, concretización de las promesas hechas por medio de Moisés: «Os daré una tierra buena, tierra de torrentes y de fuentes, que produce trigo y cebada, viñas, higueras y ganados…» (Dt 8,7ss). Pero Israel ha traicionado a Yahvé, adorando a los dioses falsos, aliándose a los pueblos poderosos y actuando como ellos, abandonando la Alianza, profanando el jardín de Dios (el Carmelo), que ya no puede ofrecer sus frutos al pueblo traidor: «Yo os traje a la tierra del Carmelo (la versión griega traduce “al Carmelo”, sin más) y os di a comer sus frutos y sus bienes, pero vosotros profanasteis mi tierra y la habéis convertido en un lugar aborrecible» (Jr 2,7). Por eso, los profetas anuncian en numerosas ocasiones la devastación del Carmelo como castigo por las infidelidades de Israel, como llamada apremiante a volver al Señor: «Oíd cómo lloran amargamente… La tierra está de luto, el Carmelo está pelado…» (Is 33,9); «Por las maldades de su corazón… el Carmelo se ha convertido en un desierto» (Jr 4,26); «Ruge el Señor desde Sión; los campos de pastoreo están desolados y reseca la cumbre del Carmelo» (Am 1,2); «El Señor se venga de sus enemigos… El Carmelo languidece» (Nah 1,4). Si el hombre persiste en sus pecados y pone su confianza en sus propias fuerzas y no en Dios, el Carmelo no puede ofrecerle sus frutos ni ser para él lugar de descanso. La devastación del Carmelo es la mejor imagen para explicar las graves consecuencias del pecado. Por el contrario, cuando el hombre se arrepiente de sus faltas, Dios envía su lluvia fecunda sobre el Carmelo, que vuelve a ser lugar de bendición y de promesa de plenitud para el creyente. El Carmelo florecido es la mejor imagen para explicar la bendición de Dios.

Los profetas anuncian el reverdecer del Carmelo, o la transformación del desierto en un gran “Carmelo” (vergel), como imagen del perdón de Dios y de los tiempos mesiánicos: «Dentro de muy poco tiempo el Líbano se convertirá en Carmelo y el Carmelo será un bosque, los sordos oirán, los ciegos verán, los humildes se alegrarán con Yahvé y los pobres serán felices…» (Is 29,17). Este Carmelo transfigurado por el poder de Dios, donde reinará la paz y la justicia, será el gran regalo de Dios a su pueblo, que tiene que poner la confianza sólo en Él. Los dones de la Salvación definitiva y del Espíritu Santo también van unidos al Carmelo: «El derecho habitará en la soledad y la justicia en el Carmelo. La paz será obra de la justicia… Mi pueblo descansará en la hermosura de la paz y de la confianza» (Is 32,16-18). Después de cumplir su condena, los desterrados de Israel podrán regresar a una Sión renovada y embellecida con la gloria del Carmelo: «Se alegrará el desierto y la tierra árida, la estepa se regocijará y florecerá como un narciso, dará gritos de alegría, porque le darán la gloria del Líbano y la hermosura del Carmelo y del Sarón; y verán la gloria del Señor, el esplendor de nuestro Dios...» (Is 35,1ss). El regreso de la esclavitud desde Babilonia a la Tierra Prometida se identifica con el regreso al Carmelo, donde se disfrutará de sus frutos: «Haré volver a Israel a su pradera y pacerá hasta saciarse en el Carmelo» (Jr 50,19). Así, en el Carmelo se reúnen las tradiciones sobre la Creación, la Alianza, el pecado del pueblo, el Exilio, las promesas de los profetas… hasta la llegada del Mesías. Un apócrifo del s. IV cuenta que María fue llevada en sueños hasta la gruta del profeta Elías en el Carmelo. Desde allí vio el mar, la montaña, las fértiles huertas… Al contemplar la belleza del lugar, se dijo: «Estoy en el Paraíso». Entonces, el Ángel del Señor le dijo: «No estás en el Paraíso, pero si quieres colaborar con Dios, ofreciéndole tu vida, la tierra entera se convertirá en el Paraíso».

3. El escapulario de la Virgen del Carmen. Desde el s. IV después de Cristo, numerosos ermitaños de lengua griega y de rito bizantino se retiraron a vivir en grutas y monasterios sobre el Monte Carmelo, siguiendo el ejemplo del profeta Elías. En el s. XII, algunos caballeros europeos, que habían participado en las cruzadas, se dan cuenta de que con las armas no se construye el Reino de Dios y se establecen en el Carmelo, donde se consagran a vivir en obsequio de Jesucristo, imitando a la Virgen María. No sabemos cómo se produce la fusión entre griegos y latinos, pero muy pronto encontramos que S. Alberto de Jerusalén escribe una regla de vida para los ermitaños del Carmelo, que empezarán a llamarse «Hermanos de la Bienaventurada Virgen María del Monte Carmelo».

Ante la presión musulmana, a lo largo del siglo XIII regresan a Europa y se establecen en Malta, Inglaterra, Francia, España..., donde se transforman en Orden Mendicante, al estilo de los Franciscanos y Dominicos, que surgieron por aquellos años. Los conventos se multiplican y se comienzan a escribir las páginas de una larga y gloriosa historia, llena de Santos, que continúa hasta nuestros días.

Los inicios no fueron fáciles. El Concilio IV de Letrán había prohibido en 1215 la creación de nuevas Órdenes Religiosas. Numerosos obispos no aceptaban la presencia de los Carmelitas en sus diócesis, alegando que eran una Orden nueva y desconocida. De nada servía que los Carmelitas les recordaran sus orígenes antiguos en el Monte Carmelo y que su Regla había sido promulgada por el Patriarca de Jerusalén. Las persecuciones se sucedían, llegando al encarcelamiento de los religiosos. Muchos amigos de la Orden les sugerían que buscaran la ayuda de algún señor feudal, según las costumbres de la época, pero ellos se negaron, afirmando siempre que la única Señora a la que servían y que había de defenderlos era la Virgen María.

Por entonces, la gente normal no disponía de mucho ropa. Sólo tenía una túnica, que se protegía con una especie de bata o gran delantal durante los trabajos. A esta prenda protectora se llamaba «escapulario», porque caía desde las «escápulas» (los hombros). Los siervos de cada señor feudal llevaban estos escapularios de un determinado color y tamaño, con lo que se podían distinguir en las guerras, a la hora de pagar peajes por atravesar las tierras del señor o participar en el mercado, etc. Como los Carmelitas se negaron a tener ningún señor que les protegiera en la tierra, adoptaron el hábito y el escapulario de color pardo, de la lana de oveja sin teñir, que es el que llevaban los pobres y desheredados. Mientras tanto, insistían en que María les protegería.

Un general de la Orden, de origen inglés y de nombre Simón Stock, especialmente devoto de la Virgen, rezaba cada día para que acabaran las persecuciones con la siguiente oración:

Flor del Carmelo,

Viña florida,

Esplendor del cielo,

Virgen singular.

¡Oh, Madre amable!

Mujer sin mancilla

Protege siempre

A los Carmelitas

Estrella del mar.

Entonces sucedió el prodigio. Corría el año de 1251. La Virgen María vino a su encuentro con el escapulario marrón en sus manos, el mismo que los religiosos habían escogido, porque no querían señores feudales que les protegieran, ya que sabían que la Virgen era su Señora y protectora. Y la Virgen le dijo: «Éste escapulario es el signo de mi protección. Quien muera con él no padecerá las penas del infierno». Desde entonces cesaron las persecuciones y el escapulario se convirtió en signo de consagración a María y de su protección continua.

En estos 759 años de historia son innumerables los Fieles que han llevado el Escapulario como signo de su amor a María. También son numerosísimos los prodigios y conversiones que la Virgen Santísima ha realizado entre los que llevan con fe y devoción esta prenda tan humilde. Pío XII escribió: «La devoción al Escapulario ha hecho correr sobre el mundo un río inmenso de gracias espirituales y temporales». Y Pablo VI: «Entre las devociones y prácticas de amor a la Virgen María recomendadas por el Magisterio de la Iglesia a lo largo de los siglos, sobresalen el Rosario mariano y el uso del Escapulario del Carmen». Juan Pablo II lo llevaba siempre consigo y lo recomendó en muchas ocasiones.

Que las celebraciones en honor de la Virgen del Carmen renueven nuestro amor a María y a su Divino Hijo, sabiendo que ellos nunca nos abandonan.
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